domingo, 23 de octubre de 2011

El ocaso de las librerías

Leía el artículo de El País sobre el ocaso de las librerías en EEUU y he pensado que ese ocaso pronto lo veremos aquí, en uno o dos años a más tardar; quiero ser generoso.

Nosotros no concebimos la vida sin libros. Las esperas, los traslados en un transporte público, los ratos perdidos de una sobremesa en la que el sueño siempre se ha proscrito por una buena historia que no podías dejar, o el momento previo a dormir,  leyendo en la cama y deseando que el día tuviera treinta y seis horas para continuar leyendo.

Libros
Los libros ocupan la mayor parte de las paredes de esta casa, las mesas y las cómodas. Los hay cubiertos de polvo, nuevos, antiguos, en castellano, en inglés, en francés, en catalán, ilustrados, enciclopédicos, sin desprecintar aún, de tapa dura, de bolsillo, de asiento sobre alguna silla, de cocina, de baño y de cualquier tema que puedas imaginar.

La mayor parte se han leído. Otros sólo a medias, por su tema, apenas unas consultas, o porque su autor no supo seducirnos más allá de la página cincuenta. De estos últimos, los españoles son mayoría. No es un juicio de valor, es un simple hecho. Y tampoco es culpa de esos autores.

No tengo paciencia.

Decía que no concibo la vida sin libros pero debería haber dicho sin historias.

Me consuela pensar que mi hija recordará, al menos, las librerías que visitábamos con ella para adquirir esas historias, ojeándolas antes, manoseándolas, oliendo su olor a papel y sosteniéndolas entre las manos como una promesa de buenos ratos.


1 comentario:

Pilar dijo...

Yo no quiero que desaparezcan las librerías. Para mí son como santuarios. Además todavía no he cumplido mi deseo: Pasar una noche encerrada en una de ellas.